domingo, abril 30, 2006

«Yo necesito poco y lo poco que necesito, la necesito poco» afirmaba San Francisco en un estoico calembour.
Hay momentos en que esa sentencia es también verdad para mí: siento una fuerte vocación y no necesito más que que leer y escribir; pero, en otros, flaqueo y sería capaz de transmutar todos mis Aristóteles de Gredos por un mp3 player. Ahora mismo, los miro de reojo...

Un dios inconmovible confería a San Francisco su magnífica integridad; pero yo no tengo dios, ni nada que oficie como dios.
En fin... soy un muy vacilante San Francisco.