lunes, octubre 31, 2005

Thomas Hobbes nació en 1588, y cursó sus estudios en Oxford. Realizó numerosos viajes, especialmente a Francia. Interesado por la ciencia y las humanidades en general, se sintió profundamente consternado cuando estalló el conflicto entre los monarcas ingleses absolutistas y el Parlamento. Con sus escritos, obtuvo tal fama de retrógrado, que el propio monarca le brindó protección a cambio de que no escribiera más.

miércoles, octubre 26, 2005

Ayer miraba un piano y pensé en Zenón.

(O el tiempo y el espacio son infinitamente divisibles o no lo son. Si son infinitamente divisibles el movimiento es imposible, porque para pasar de A a B hay que pasar primero por un punto medio C; y para pasar de A a C hay que pasar primero por un punto medio D, y para pasar de A a D hay que pasar primero por un punto medio E, y para pasar de A a E... Si no son infinitamente divisibles, el tiempo y el espacio constan de unidades últimas. Pero entonces, es necesario que el trayecto de una flecha, por ejemplo, sea divisible en instantes en que esa flecha esté en perfecta quietud (igual que que los fotogramas de una película) Por lo tanto ¿cómo es posible que a partir de una suma de inmovilidades ocurra el movimiento?)

Ayer miraba un piano, las teclas quietas y divididas; y el pianista comenzó a tocar y una imposible y perfecta continuidad surgió de las teclas. Del eléatico piano brotaba un inmenso río de música.

lunes, octubre 24, 2005

Un día, mientras conversaba con Alfonso Reyes, Borges aludió al poeta mexicano Othón, y Reyes le replicó que él lo había conocido. Borges se quedó filosóficamente asombrado de que ese autor hubiera sido un hombre de carne y hueso, y de que alguien hubiera tenido trato con él. Entonces Alfonso Reyes evocó los siguientes versos:
Ah, did you once see Shelley plain
And did he stop and speak to you?
And did you speak to him again?
How strange it seems, and new!

Los versos corresponden a la Memorabilia de Robet Browning, y muchas veces Borges los citó para elogiar la exactitud de las citas de Alfonso Reyes.
En “Diálogos I, Jorge Luis Borges – Osvaldo Ferrari” con talento exactamente opuesto al de Reyes – o a cualquier otro talento - se transcribió:
«Alfonso Reyes me dijo que había visto muchas veces a Othón; entonces yo me quedé asombrado, porque uno piensa en los autores, y uno piensa en libros; uno no piensa, bueno, que los autores de esos libros eran hombres, y que hubo gente que pudo conocerlos. Yo le dije: ¿pero, cómo Ud. conoció a Othón? Entonces Reyes dio, inmediatamente, con la cita adecuada: que eran unos versos de Browning, y me dijo: Ah, did you want to see Shelley play?. Que es la misma situación: una persona asombrada de que alguien haya conocido a Shelley; y yo asombrado de que él hubiera conocido a Othón. Pero el hallazgo de esa cita, fue un hallazgo personal suyo... Bueno, pues Reyes, en aquellas primeras palabras que cambió conmigo, pasó de mi ¿pero cómo, usted lo conoció a Othón?, al Ah, did you want to see Shelley play?: la Memorabilia de Browning.»
Se señala la fuente y se repite dos veces la cita; no se puede negar el libre albedrío del editor. Como decía Jonathan Swift foolishness always perseveres.

miércoles, octubre 19, 2005

Siempre me pareció curioso que el íntimo nacimiento personal no sea más que otro de los tantos recuerdos heredados; al igual que la juventud de los padres, los colorados y los azules, la segunda guerra mundial, Napoleón, la Divina Comedia, el cerco de Numancia, la dinastía Zhou, la revolución neolítica, el Homo Erectus, Pangea, el Big-Bang.

martes, octubre 18, 2005

En el vocabulario de la policia una mujer es «un individuo de género femenino»; los muertos son «occisos», las agresiones se «repelen», el armamento se «secuestra», el personal policial continuamente «se apersona» y no hace nada antes de «proceder». El encuentro de este incómodo vocabulario y la instrucción más que elemental de la mayoría de los agentes produce anécdotas verbales como la siguiente:
Un perro atacó a su dueña mientras dormía. El policía lo narra así: «Durante la noche, un canino de raza Rotweiller, y por motivos que se desconocen, atacó a su progenitora»

Toda la vida me incomodó conocer a los familiares de los amigos y de las novias - en especial a los hermanos - porque era como quitarles individualidad.
Ayer tuve ocasión de llegar al clímax de ese malestar.
Un chico del interior, del que me hice amigo en los últimos tres meses, me presentó a su populosa familia estilo decimonónico. Al traspasar la puerta de entrada, 11 caras, variaciones de un mismo tema, giraron para contemplarme como en una pesadilla.


lunes, octubre 17, 2005

Con muy tosco cromatismo, una vieja teoría antropológica aseguraba – y en algunos casos, aún sigue asegurando – que había tres razas humanas: negra, amarrilla y blanca; y que la primera derivaba de los gorilas, la segunda de los orangutanes y la tercera de los chimpancés.
Lanzar bengalas bajo techo, odiar a la policía, incendiar trenes por estar demorados, colarse en las filas, comprar productos robados, escuchar cumbia, sobornar a los agentes de tránsito, reelegir a Menem, robar banderas del equipo rival, ser machista, burlarse de los mozos, admirar a Maradona, inventar hazañas sexuales, apurarse por bajar o subir de los transportes, cruzar mal la calle, hacer una tribuna de fútbol de toda manifestación y celebración, zigzagear con el auto, pensar que «la mano de Dios» compensó la guerra de las Malvinas, denigrar al inmigrante y al extranjero, justificar los fracasos por medio de conspiraciones... Ese pudor de la civilización que tenemos los argentinos.
La manifestación se hacía en un hospital, pero podría haber sido en un banco, un juzgado, una facultad, un teatro, etc. Los médicos saltaban entre los bombos y los papelitos, mientras cantaban «el que no salta es un X» y «es para X que lo mira por T.V».

«Pistolas sexuales, babasónicos, jalea de perlas, los monos, soda stereo, viejas locas, las puertas, la oreja de Van Gogh, beso, la renga, juventud sónica, los caballeros de la quema, rata blanca, la policía, cabeza de radio, cabezas parlantes, reina, los chicos del negocio de mascotas, melón ciego, hermanos químicos, los enanitos verdes, basura, héroes del silencio, los pilotos del templo de piedra, ratones paranoicos, terciopelo subterráneo, los piojos, sueño de mandarina, muerto agradecido, uñas de nueve pulgadas, reporte meteorológico.»

(La intención de este obsceno catálogo era impugnar indirectamente las letras de rock. Pero ahora, al leerlo, me doy cuenta de que está hablando especialmente del hábito; porque, si bien todos los nombres son igual de torpes; los nombres traducidos - es decir, los que escucharmos por primera vez - parecen más torpes que los otros.
El ilusorio hábito que nos impide la continua belleza; nos evita, también, la continua fealdad.)

domingo, octubre 16, 2005

Hay un momento, luego de arrellenarse una y otra vez en la cama, en que el cuerpo da con la postura perfecta; y entonces es como si quedara suprimido y no fuéramos más que pura conciencia.

sábado, octubre 15, 2005

La película de Zhang Yimou transcurre en la China del siglo IX. Un guerrero y la hija del antiguo líder de las dagas voladoras, huyen de los soldados provinciales. Durante la huida, tienen ocasión de seducirse, de rechazarse, de enamorarse.
Hacen una pausa en un bosque de abedules. Ella se baña en un pozo de hiedras y agua cristalina; luego él trata de forzarla; pero es rechazado. Herida, ella le pregunta algo y él se ríe con presunción... Respetuoso del ambiente, el tono y la época, el traduttore tradittore subtitula «¿Un playboy como tú; alguna vez se muestra de verdad?»

jueves, octubre 13, 2005

Ayer escuché, otra vez, esa vieja pretensión peronista de que el peronismo es incomprensible para un no-argentino. Es decir, a un lector extranjero, familiarizado con la tradición de pensamiento filosófico-política europea de más de 2500 años, que va desde el absolutismo, al anarquismo; del liberalismo al marximo, pasando por el socialismo utópico y la socialdemocracia y que incluye nombres como Platón, Hegel, Rawls, Hobbes, Bakunin, Marsilio de Padua, Mill, Proudhon, Weber, Ockham, Marx, Locke, Durkheim, Nozick, Habermas, Spinoza, Maquiavelo, Gramsci, Horkheimer, Kant... A ese hombre, digo, le resulta absolutamente imposible descifrar el peronismo; es decir: a Herminio Iglesias, Jorge Yoma, Lopez Rega, Isabel Martinez de Perón, Héctor Cámpora, Ramón Saadi, Carlos Corach, Hugo Moyano, Chiche Duhalde y las manzaneras, Firmenich, Palito Ortega, Carlos Menem, Daniel Scioli, Saúl Ubaldini, Alberto y Adolfo Rodriguez Saa, Claudia Bello...

La música significa sin que la entienda (como si me susurrasen algo gracioso y yo me riera no por lo que se me cuenta; sino porque el aliento me hace cosquillas al oído).

Hay un refrán que dice que todo refrán encierra una verdad. Sin embargo, hoy, durante una acalorada discusión con un amigo, me fue imposible aplicar la simultánea verdad de estos dos refranes: «uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios» y «el que calla otorga».

miércoles, octubre 12, 2005

Macedonio Fernández decía que el gaucho nunca había existido; que había sido un invento de los estancieros para divertir a los caballos.
El gaucho forma parte del campo – o de la naturaleza- porque sin dilema moral puede tomar un cuchillo y degollar jubilosamente un cerdo. El porteño, en cambio, entiende el campo como una plaza enorme en la que no hay bancos, ni autos, ni gente. Cualquier sacrificio, cualquier referencia a lo útil lo devuelve a la ciudad.
Dicho al revés, cuando el porteño se sienta en una plaza y se deja llevar por el ensueño; pasa a estar en una naturaleza artificial, en la que ni los gauchos, ni los animales, ni las plantas realmente están.
Por pura fama literaria – y esa elegancia que sólo tiene el metalenguaje - estuve toda la tarde, tratando de escribir un palíndromo que incluyera la palabra "palíndromo". (Tras fracasar, opté por escribir una oda a la bicicleta con forma de bicicleta.)
En el día de la raza, no quiero dejar de evocar a esos dos grandes héroes olvidados: Hernán Cortés y Francisco Pizarro.
Es probable que la vida sea ficción; pero una ficción en la que no hay otra cosa de la cual sea ficción. Como si el actor y el personaje fueran exactamente la misma cosa.
Ocasionalmente, mi ánimo parece moverse por un engranaje impersonal y secreto. La mayoría de esas veces, no me cuesta coincidir con su ritmo; pero otras sí; y cuando quisiera descansar, se activa, y cuando quisiera ponerme a andar, se interrumpe.
En esos desfasados momentos, cobro conciencia de que estoy viviendo. No al modo de una laboriosa fenomenología del espíritu; sino como cuando, de pronto, advertimos estar viendo una película al notar el traje de goma del monstruo que debería aterrorizarnos.