
lunes, octubre 31, 2005

miércoles, octubre 26, 2005
(O el tiempo y el espacio son infinitamente divisibles o no lo son. Si son infinitamente divisibles el movimiento es imposible, porque para pasar de A a B hay que pasar primero por un punto medio C; y para pasar de A a C hay que pasar primero por un punto medio D, y para pasar de A a D hay que pasar primero por un punto medio E, y para pasar de A a E... Si no son infinitamente divisibles, el tiempo y el espacio constan de unidades últimas. Pero entonces, es necesario que el trayecto de una flecha, por ejemplo, sea divisible en instantes en que esa flecha esté en perfecta quietud (igual que que los fotogramas de una película) Por lo tanto ¿cómo es posible que a partir de una suma de inmovilidades ocurra el movimiento?)
Ayer miraba un piano, las teclas quietas y divididas; y el pianista comenzó a tocar y una imposible y perfecta continuidad surgió de las teclas. Del eléatico piano brotaba un inmenso río de música.
lunes, octubre 24, 2005
And did he stop and speak to you?
And did you speak to him again?
How strange it seems, and new!
Los versos corresponden a la Memorabilia de Robet Browning, y muchas veces Borges los citó para elogiar la exactitud de las citas de Alfonso Reyes.
En “Diálogos I, Jorge Luis Borges – Osvaldo Ferrari” con talento exactamente opuesto al de Reyes – o a cualquier otro talento - se transcribió:
miércoles, octubre 19, 2005
Siempre me pareció curioso que el íntimo nacimiento personal no sea más que otro de los tantos recuerdos heredados; al igual que la juventud de los padres, los colorados y los azules, la segunda guerra mundial, Napoleón, la Divina Comedia, el cerco de Numancia, la dinastía Zhou, la revolución neolítica, el Homo Erectus, Pangea, el Big-Bang.
martes, octubre 18, 2005
En el vocabulario de la policia una mujer es «un individuo de género femenino»; los muertos son «occisos», las agresiones se «repelen», el armamento se «secuestra», el personal policial continuamente «se apersona» y no hace nada antes de «proceder». El encuentro de este incómodo vocabulario y la instrucción más que elemental de la mayoría de los agentes produce anécdotas verbales como la siguiente:
Un perro atacó a su dueña mientras dormía. El policía lo narra así: «Durante la noche, un canino de raza Rotweiller, y por motivos que se desconocen, atacó a su progenitora»
Toda la vida me incomodó conocer a los familiares de los amigos y de las novias - en especial a los hermanos - porque era como quitarles individualidad.
Ayer tuve ocasión de llegar al clímax de ese malestar.
Un chico del interior, del que me hice amigo en los últimos tres meses, me presentó a su populosa familia estilo decimonónico. Al traspasar la puerta de entrada, 11 caras, variaciones de un mismo tema, giraron para contemplarme como en una pesadilla.
lunes, octubre 17, 2005

(La intención de este obsceno catálogo era impugnar indirectamente las letras de rock. Pero ahora, al leerlo, me doy cuenta de que está hablando especialmente del hábito; porque, si bien todos los nombres son igual de torpes; los nombres traducidos - es decir, los que escucharmos por primera vez - parecen más torpes que los otros.
El ilusorio hábito que nos impide la continua belleza; nos evita, también, la continua fealdad.)
domingo, octubre 16, 2005
sábado, octubre 15, 2005

Hacen una pausa en un bosque de abedules. Ella se baña en un pozo de hiedras y agua cristalina; luego él trata de forzarla; pero es rechazado. Herida, ella le pregunta algo y él se ríe con presunción... Respetuoso del ambiente, el tono y la época, el traduttore tradittore subtitula «¿Un playboy como tú; alguna vez se muestra de verdad?»
jueves, octubre 13, 2005
La música significa sin que la entienda (como si me susurrasen algo gracioso y yo me riera no por lo que se me cuenta; sino porque el aliento me hace cosquillas al oído).
miércoles, octubre 12, 2005
Dicho al revés, cuando el porteño se sienta en una plaza y se deja llevar por el ensueño; pasa a estar en una naturaleza artificial, en la que ni los gauchos, ni los animales, ni las plantas realmente están.
En esos desfasados momentos, cobro conciencia de que estoy viviendo. No al modo de una laboriosa fenomenología del espíritu; sino como cuando, de pronto, advertimos estar viendo una película al notar el traje de goma del monstruo que debería aterrorizarnos.