sábado, mayo 05, 2007

El último post tenía la intención de ser burlón, sin embargo, cuando ya tenía escrita la primera parte y había pasado el texto a la plantilla de blogger, escribí, sin ser yo, el lamentoso colofón existencial.
¿Por qué lo dejé? No tengo idea (siempre se puede diseñar un alegato -al fin de cuentas, la hermeneútica es una fantástica estigia en la que hasta el talón queda sumergido-).

Del mismo modo, ausente, escribo este blog que me desagrada porque menciona o indaga las locuras y contradicciones y disparates y paradojas del hombre sin ofrecer ningún remedio.
Bufón, cínico, huraño, sileno torpe, detesto ser y –mansamente- soy.

jueves, abril 19, 2007

No intentó escribir una novela ni descifrar una fórmula célebremente fracasada. Tampoco intentó el largo y penoso ejercicio de conquistar el Everest, anular el hambre en África o acumular un imperio de petróleo; a su impaciencia por asesinarse le bastó un flojo argumento ad hoc.
Satheeswaran, un estudiante indio de 19 años se suicidó luego de que sus 144 abdominales no fueran registradas en el Guinness Book of World Records.

(También los que escribieron novelas y descifraron fórmulas, los que pisaron la cima del Everest, ayudaron a África y crearon imperios murieron. La muerte aniquila incluso al tiempo. En algún momento -en un no-momento- el ayer también dejará de existir y todo será pura y perfecta nada -de la que nada sale, ni saldrá, ni habrá salido.)

lunes, diciembre 18, 2006

Arthur Flegenheimer, el holandés Schultz, fue un matón rudimentario durante su vida en la Nueva York de los años locos y la depresión. Durante el afiebrado sueño de su último día, también fue, quizás, un poeta.
Nació en 1902, en el Bronx, de una familia de origen judeo-alemán. Tan temprano como 1916, contaba con experiencia en la mafia y la cárcel y, para 1928, ya regía su propio negocio de contrabando.
Poco tiempo después, Schultz añadía a su curriculum el lucrativo oficio de cobrar tributo a los bares clandestinos. La mayoría de los dueños de los bares cumplían puntualmente; pero uno quiso resistirle. Entonces Schultz lo hizo secuestrar, lo colgó por los pulgares de un gancho matarife y le restregó gasas embebidas en infecciones de gonorrea.
Ya dominaba Harlem cuando un secuaz suyo, Perro Loco Coll, formó su propia banda de gangsters y lo enfrentó. Schultz se amparó en un burdel y lo hizo seguir noche y día. Una tarde, mientras Coll hablaba por teléfono, tres asesinos rodearon la cabina con ametralladoras y le dispararon hasta cortarlo en dos.
En otra ocasión, tras enterarse de que su contador le robaba, Schultz lo invitó a tomar unas copas y, en un instante, sacó un revólver de entre su chaleco, lo puso en la boca del contador y le voló la cabeza. Pero el brusco asesinato no había logrado sosegar su furia intoxicada, se empecinó aún con el cadáver y en una suerte de rabiosa ceremonia, le rasgó el pecho a puñaladas y le arrancó el corazón.
Su propio turno no tardó en llegar. La ráfaga de un asesino a sueldo lo encontró en el mingitorio de un bar, tratando torpemente de alcanzar su chuchillo, la única arma que llevaba. Todavía vivo, a Schultz le pareció indigno morir sobre el piso de un baño público, así que caminó atolondrado hasta una mesa y allí se desplomó. En el hospital, tres detectives lo interrogaron mientras las heridas, la morfina y la fiebre lo aniquilaban.
Estas son algunas de las extrañas, absurdas, acaso poéticas palabras que los detectives registraron:

Please make it quick; fast and furious; please... fast and furious. The glove will fit what I say...Oh, kayiyi, kayiyi! Well, then...Oh, Cocoa; No, Hoboe and Poboe I think I mean the same thing. See, George, if we wanted to break the ring. Oh, Oh, dog Biscuit, and when he is happy he doesn't get snappy. Oh, go ahead; that happens for crying; I don't want harmony; I want harmony. Oh, mamma, mamma, please don't tear; don't rip; that is something that shouldn't be spoke about. You can play jacks, and girls do that with a soft ball and do tricks with it. A boy has never wept...nor dashed a thousand kin. Mamma, mamma...oh, memory is gone.

Sus cuatro últimas palabras fueron French canadian bean soup y luego murió. Éstas palabras (y el resto de su discurso alucinado y moribundo -que se parece tanto o tan poco a quien fue-) son estudiadas en las universidades y provocaron obras de autores tan disímiles como Doctorow y William Burroughs.

domingo, noviembre 26, 2006

Sobre cajas, trapos y basura, un hombre más vil que un mendigo escribe en un cuaderno. Tiene el pelo hirsuto, casi rasta; la barba inmunda y la piel de ese color moreno que provoca la suciedad y la intemperie.
Todos los días lo veo al pasar, rídiculo, quebrado por la vida, escribiendo cuadernos demenciales.
Ahora mismo yo no soy diferente de él. Nadie lo es.

sábado, agosto 05, 2006

Curioso destino el de la metafísica. Surgió sin grandeza de la taxonomía que Andrónico de Rodas hizo de las obras de Aristóteles. Durante más de mil años, sin embargo, fue la reina de las ciencias, la ciencia por antonomasia. Bacon, Locke y Hume la difamaron con rigor por primera vez. Más tarde Kant y luego los empiristas lógicos le dieron su golpe de gracia. Hoy se ocupa de brujerías y uniones de pareja.
Tales de Mileto, Anselmo d'Aosta, Descartes y el Dr. Juan Carlos Ermácora compendian su historia.

domingo, julio 30, 2006

El elogio es una ciencia fácil y ubicua, apenas menos popular que la injuria.

jueves, julio 20, 2006

En ocasiones, siento nostalgia de otras vidas. No sólo de aquellas que son nostálgicas ya de suyo porque la historia las canceló: hoplita en Grecia, emperador o gladiador en Roma, escriba en Sumeria, cazador-recolector en el paleolítico superior, pescador en Judea, Abad en Cluny, jinete escita o corsario en el Mar Caribe; sino también, de aquellas que son una contradicción lógica de la mía: ladrón de bancos, piloto de pruebas, asesino (serial o a sueldo), esquimal, rabino ortodoxo, hippie en el Bolsón, corredor de bolsa, marinero de un barco ballenero -o, al revés, activista de Greenpeace que asedia un barco ballenero-, cazador furtivo, terrorista suicida, artesano mapuche analfabeto o fervoroso perito de un único tema.

A veces me parece que hay como una torpeza de ser nada más que lo que somos; otras veces, en cambio, ese mismo pensamiento me parece una estupidez.

jueves, mayo 18, 2006

Ayer, en un breve reposo del monótono zapping circular, un conductor le dijo a una invitada que sostenía una lapicera: «Agarrala fuerte y, si no anda, sacudila, mami» La invitada se rió y el público también e, incluso, hubo ovaciones y aplausos.
Me resultó curioso que ese eterno retorno del chiste de doble sentido, todavía provocara risas, y no melancolía o desesperación existencial.
Quise investigar más el tema y fui hasta el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Allí encontré un informe muy detallado al respecto. La original recurrencia del conductor resultó ser la número 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.0000.000.000.000.00 (los ceros siguen infinitamente y agota ponerlos todos) 1.
El informe también discriminaba el uso de chiste de doble sentido por profesión:
30% choferes (micros de larga y corta distancia, taxistas, etc.) 25% escritores (comprometidos y no comprometidos), 19% albañiles y gente que se dedica a la construcción (arquitectos, ingenieros, etc.) 10% zapateros (un rubro que cayó luego de la revolución industrial en el medioevo representaban el 30%), 9% psicólogos freudianos, 8% psicólogos lacanianos, 7% psicólogos sociales, 5% curas (antes del Concilio de Trento, respresentaban un 60%) 4% amas de casa, 3% conductores de t.v. (abierta y por cable) 2% farmaceuticos y 1% deportistas.
Por último, el informe auguraba un fuerte incremento de este tipo de chistes en el próximo siglo. Es más, según algunas de sus fuentes, antes de cerrar el siglo XXI, todos los chistes serán de doble sentido.

domingo, abril 30, 2006

«Yo necesito poco y lo poco que necesito, la necesito poco» afirmaba San Francisco en un estoico calembour.
Hay momentos en que esa sentencia es también verdad para mí: siento una fuerte vocación y no necesito más que que leer y escribir; pero, en otros, flaqueo y sería capaz de transmutar todos mis Aristóteles de Gredos por un mp3 player. Ahora mismo, los miro de reojo...

Un dios inconmovible confería a San Francisco su magnífica integridad; pero yo no tengo dios, ni nada que oficie como dios.
En fin... soy un muy vacilante San Francisco.

domingo, marzo 26, 2006

En Donato Álvarez y Gaona hay una estatua cubierta por una lona de plástico azul. La lona, que cubre la estatua hasta la cintura, se ajusta perfectamente a la silueta y traza con claridad la cabeza y el torso aprisionados.
Siempre que paso por ahí, no puedo evitar sentir la angustia inexistente de la piedra.
Del mismo modo, sentimos el padecimiento de alguien que no es más que una suma de palabras o un efecto de luz y la tristeza de una especie en extinción cuyo último ejemplar se moriría con inocencia, sin una queja. Y también así, sentimos la penosa soledad de los muertos.
Curioso instrumento éste que, emergiendo de uno como un espontáneo shaman, asfixia la tranquila piedra, concede aliento y vigor a los muertos y promueve la desesperación entre las especies amenazadas; pero que, además, puede negarse a sí mismo y anticipar su propia aniquilación.

martes, marzo 21, 2006

Me conmueve la perfecta abnegación de los equipos de audio y video que, con igual mansedumbre, hospedan Preludio a la siesta de un fauno y el monomaníaco compás de la cumbia, a Orson Welles y a Jorge Polaco.

lunes, marzo 13, 2006

Bueno, he vuelto.
Todavía desconozco las razones ciertas de mi ausencia; aunque creo que algo tuvo que ver, una extemporánea depresión que me abatiera. Sin embargo, como hasta ahora he evitado el hondo examen revelador, no sé si adjudicarle a ella mi ausencia o mi regreso.
Las hipótesis son las siguientes:
a) Al iniciar mis vacaciones, la depresión me hundió en una afligida melancolía que me impidió escribir por completo y recién ahora logré salir, poseso de un furioso entusiasmo creativo.
b) Al iniciar mis vacaciones, me poseyó una entusiasta furia creadora que se transfiguró en incansables y multiformes textos que no me dejaron tiempo para el blog, pero que al cabo, me agotaron y me hundieron en una melancólica aflicción.

El íntimo cuerno del dilema sería ¿estoy ahora deprimido o lo estuve antes? y ¿vuelvo porque ya no tengo nada qué decir, o justamente al revés?
Que tu ánimo, pesimista u optimista; o tu severo o indulgente juicio sobre mis textos, lector, lo decidan.

jueves, diciembre 15, 2005

Cerrado por vacaciones hasta el 1/1/06.

sábado, diciembre 03, 2005

Mi amigo hablaba con gran originalidad sobre un tema fundamental y yo lo seguía con muchísimo interés porque, sin descontar la importancia del tema en sí, a mí mismo me había preocupado largo tiempo.
Con vigor, mi amigo apartaba toda anécdota y concentraba su razonamiento inflexible en el punto capital. En completo dominio de su arte, decía cosas esenciales sobre un tema esencial; y a mí me parecía estar frente a un profeta o a un taumaturgo, que dulcemente causaba en mi ánimo, la gradual perplejidad de la mayéutica.
Pero entonces, dijo «para siempre» y una salvaje digresión arrasó mi cerebro.
Me imaginé ese «para siempre» no de un par de años; ni siquiera de una completa vida humana; sino de miles y miles de años. De millones de años. De miles de millones, de millones de millones. Pero el tiempo no sólo avanzaba hacia un infinito futuro; avanzaba también, simúltaneamente, hacia un infinito pasado; y su velocidad, que al principio había transcurrido según la habitual sucesión de las horas, minutos y segundos; transcurría ahora en un instante. Un principio de horror empezó a invadirme; pero en seguida culminó porque el tiempo infinito dejó de promover ideas, sentimientos o imaginaciones. Había quedado absorto, como quien vuelve bruscamente a la vigilia; cuando mi amigo, que había hecho una pausa, retomó el hilo de su argumentación.

El tiempo ya nos destruyó, y mientras tanto, mi amigo habla y lo que dice es real y cierto; y yo siento realmente, la emoción estética de la verdad de lo que dice.

viernes, noviembre 25, 2005

De entre todas las cosas del mundo, el Santo Prepucio y sus avatares es, sin duda, una de las más curiosas.
Para sellar su pacto con Abraham, el Dios que era el que era, aquel del cual nada mayor podía pensarse, le exigió el módico prepucio de sus descendientes. Años después, con el fin de incluir a toda la humanidad, Dios Mismo decidió transfigurarse en su creación y redimirla. Por intermedio de un ángel, Se anunció a la madre elegida; luego Se inmiscuyó entre sus órganos, Se condensó en nervios, sangre, tendones, uñas, piel; y por último accedió al mundo en un establo de Belén.
Al octavo día, sufrió el rigor del pacto que habia impuesto. Una anciana que ofició de Mohel laceró el celeste capullo, lo sumergió en una pequeña redoma con aceite de nardo y lo entregó a su hijo, comerciante en perfumes, con la admonición de que no lo vendiera. Pero el jóven desobedeció a su madre; y el Santo Prepucio inició así su intrincado vagar por el mundo.
Al parecer, la primera en adquirirlo fue María Magdalena, que utilizó el aceite de la redoma para ungir los pies y la cabeza de Cristo. Luego de este episodio, la reliquia desapareció por mucho tiempo hasta que en el siglo IX, la emperatriz Irene de Bizancio lo entregó a Carlomagno como regalo de bodas. Carlomagno primero lo colocó en el altar de la iglesia de la Bendita Virgen María en Aquisgrán y más tarde, lo transfirió a Charroux. En el siglo XII, el Santo Prepucio fue llevado en procesión a Roma. Y en el silgo XIII se ostentaba en la iglesia de San Juan Laterano adosado a una cruz de oro con piedras preciosas. Algún tiempo después, no sin misterio, la sagrada reliquia volvía a extraviarse.


Además de sus andanzas seculares, el Santo Prepucio era un artículo de debate escolástico. A primera vista, puede parecer ridículo u obsceno el debate en torno a un prepucio; pero es sabido que el nombre decide la forma en que el objeto se presenta a la imaginación. Así, el «Praeputium Christi» no aludía al órgano genital, y mucho menos, al órgano genital en el enérgico lance sexual; era una abstracta diadema del Divino Verbo de Dios; un vestigio Suyo, que como tal, participaba de Su divinidad. Eso acarreaba problemas: según la ortodoxia, Cristo había ascendido en cuerpo y alma al Paraíso ¿pero podía asegurarse que lo había hecho íntegramente si le faltaba alguna de sus partes? Y ¿cuando los cuerpos fueran restituidos, antes del juicio final, el prepucio cristiano también sería restituido? La primera perplejidad no era diferente a la que suscitaba la sangre, las lágrimas o la orina que Jesús había derramado; o las uñas y los cabellos que le habían sido cortados; la solución regular era argüir que Dios podía enmendar milagrosamente cualquier cosa; lo cual no resolvía la cuestión, pero la cancelaba. En cuanto a la segunda, unos afirmaban que Cristo había adquirido un nuevo prepucio al ascender al cielo, y otros, que le sería devuelto cuando oficiara como Rex Gloriosus durante el juicio final. El erudito griego del siglo XVI, Leo Allatius, en su De Praeputio Domini Nostri Iesu Christi Diatriba (Discusión acerca del prepucio de nuestro señor Jesucristo), imaginaba que el prepucio había ascendido al mismo tiempo que Jesús y se había convertido en uno de los anillos de Saturno.
Por ser una partícula divina, el Santo Prepucio podía ocasionar milagros o propiciar arrebatos místicos. Su deleitoso aroma, por ejemplo, garantizaba un parto sencillo a la mujeres. Así, Enrique V de Inglaterra llevó la reliquia a su esposa Catalina de Valois, quien, con mucha desenvoltura, dio a luz a Enrique VI. La mística vienesa Sor Agnes Blannbekin solía comulgar prodigiosamente con el cuerpecillo; lo depositaba en su boca, dulce y pulposo, lo tragaba y de inmediato volvía a sentirlo sobre la lengua; el dulzor del Santo Prepucio se difundía, entonces, por todo su cuerpo, embriagándola en un puro éxtasis divino. Durante una de sus visiones, Santa Catalina de Siena ratificó su místico matrimonio con Jesucristo, con el Santo Prepucio a modo de alianza. Luego de su muerte en 1380, su dedo también fue exhibido como reliquia; los más piadosos juraban distinguir un anillo invisible que lo ceñía.
A principios del siglo XVI el Santo Prepucio reapareció; pero para entonces, ya no era uno sino muchos y una veintena de ciudades se disputaban su genuina posesión. Entre ellas: París, Brujas, Conques, Metz, Puy, Amberes, Nancy, Roma, Charroux, Besanson, Bolonia, Calcata, Hildesheim, Burgos, etc. En Charroux, incluso se creó ad hoc La Hermandad del Santo Prepucio con el fin de custodiarlo.
Hacia fin del siglo XIX, sin embargo, la política de la iglesia acerca del culto de las reliquias y en especial la del Santo Prepucio, se fue haciendo cada vez más adversa. El 3 de diciembre de 1900 La Sacra Congregación para la Doctrina de la Fe expidió el Decreto 37-A. Allí se declaraba que toda persona que hable, escriba o lea sobre el Santo Prepucio sería considerada despreciable aunque tolerada; pero que La Santa Sede se reservaba el derecho a excomulgar a quien lo hiciere en forma escandalosa o aberrante.
Así como la ambición de poseer una fracción de divinidad había multiplicado la más íntima de las reliquias de Cristo; su firme remoción de la ortodoxia, la condenó a una lenta declinación. Finalmente, en 1983 desapareció de la parroquia de Calcata el último ejemplar del Santo Prepucio, que se guardaba en una caja de zapatos.

lunes, noviembre 21, 2005

El día de la cumbre de Mar del Plata, fui a tomar el subte en Avenida de los Incas con valeroso ennui ¿Y a mí qué si salta todo por los aires?
Sabía que el servicio andaba con demora, así que no me irritó esperar más de 15 minutos. Cuando finalmente llegó y subí a la formación; una chica, que permanecía del viaje anterior, se inclinaba ingrávidamente sobre un libro, como revocando el mundo. Tronador. Inferí que muy probablemente había decidido ir hasta la terminal y volver, por temor a no viajar sentada, o que quizá hubiera equivocado la orientación y ahora estuviera deshaciendo el trayecto. Federico Lacroze. Dorrego. Saqué un libro y también me puse a leer. Cada tanto, un atisbo restituía a la sesgada lectora. Malabia. Angel Gallardo. Medrano. Imposible concentrarme en mi libro; me inquietaba más el otro. Carlos Gardel. Los intentos por descifrar autor o título fueron inútiles; la chica comprimía el libro de tal manera que ocultaba completamente el lomo. Pueyrredón. Pasteur. Callao. Uruguay. En un momento, sin embargo, al querer pasar la hoja, el libro respingó entre sus manos y pude indagar cuatro letras de la tapa: «Fedo». Es todo lo que vi porque en seguida lo volvió a acomodar. No puedo decir si esas cuatro letras correspondían al autor, al título o acaso a la editorial. Carlos Pellegrini. Florida. Alem.
Me bajé en Alem; pero la chica ni se movió. Las puertas se cerraron y el subte se perdió otra vez en la oscuridad del túnel.

viernes, noviembre 18, 2005

La jubilosa botella de champagne que estalla contra el casco del barco antes fue los cuerpos de esclavos que la quilla del barco aplastaba en su trayecto hacia el mar. ¡Debe haber sido una magnífica ceremonia! Los aullidos ante el inminente alfil de la proa, el brusco silencio punzó, el rumor de la espuma rosada.
Hoy, con altruismo severo, nos conformamos con su deslucida metáfora.

(Ad hoc quiero agregar que el hilo que guía la tenue botella hacia el armazón inexorable también es indicio de progreso civil. Durante los primeros ensayos, no existía tal hilo y no resultaba insólito que la mala puntería –o el impulso atávico- reiteradamente fuera a bautizar el cráneo de un inopinado espectador.)

miércoles, noviembre 16, 2005

No es necesario ser astrofísico para lidiar con infinitos tiempos. El tiempo cambia en el tiempo. Varía según a través de lo que fluya, igual que la luz al atravesar los cristales.
Existe un tiempo regido desde Greenwich, un tiempo a la velocidad de la luz, o que se distorsiona de acuerdo con la masa del objeto. El tiempo de la efímera, que no tiene boca porque vive menos de 24 horas y no necesita alimentarse, no es igual al de la sequoia, como no lo es el tiempo del hombre intenso y el del aburrido.
Hay un tiempo del corredor de bolsa, un tiempo del teólogo, un tiempo del historiador, un tiempo del geólogo. El tiempo del niño es diferente al del adulto; y ambos son diferentes al del anciano. La convalecencia y la espera tienen su peculiar tiempo.
Nuestra percepción del tiempo también ha cambiado con la historia. Al cabo de miles y miles de años, el viajero de Wells se encuentra con un mundo completamente diferente. Ahora, ese cambio nos resultaría verosímil en muchísimo menos tiempo.
Según la fábula medieval, una orquesta palaciega permanece encantada durante cien años y al romperse el hechizo, sus ropas están ligeramente pasadas de moda. Luego de dormir casi dos siglos, lo único que delata a los 7 durmientes de Éfeso es una antigua moneda con la que han pagado al panadero.

jueves, noviembre 10, 2005

Hacía rato que mi amigo hablaba doctamente y para cerrar su exposición ─quizá por énfasis, o quizá para devolvernos a la secular mesa de café que venía soportando sus estudiosos conceptos, rubricados a golpes de puño; o quizá como anticipación de su vianda─ sentenció:

─¡Es la verdad de la milanesa!
─¿La verdad de qué?
─La verdad de la milanesa
─¿De qué milanesa?
─De ninguna. Es un dicho.
─Sí ya sé, pero ¿cómo será la verdad de una milanesa?
─No tengo la menor idea.
─ ... ¿Cúal será la verdad de la milanesa?
─ El meollo del asunto.
─ ¿El quid de la cuestión?
─ Ajá.
─ Pero qué raro, ¿no?
─ Es una forma de decir, una frase hecha.
─ Bueno sí, pero sigue siendo raro.

Y entonces irrumpió en la escena el mozo con la profética milanesa ─en esta ocasión napolitana─ que mi amigo devolvió inmediatamente por estar dura como un zapato.

lunes, noviembre 07, 2005

En la sección de «ejercicios» de Introduction to phonetics, Christiane Bolton and Margaret Seidlholfer, Oxford university press, 1998; se lee el siguiente epígrafe intimidatorio:

«Then Jephthah gathered together all the men of Gilead, and fought with Ephraim: and the men of Gilead smote Ephraim, because they said, Ye Gileadites are fugitives of Ephraim among the Ephraimites, and among the Manassites. And the Gileadites took the passages of Jordan before the Ephraimites: and it was so, that when those Ephraimites which were escaped said, Let me go over; that the men of Gilead said unto him, Art thou an Ephraimite? If he said, Nay; Then said they unto him, Say now Shibboleth: and he said Sibboleth: for he could not frame to pronounce it right. Then they took him, and slew him at the passages of Jordan: and there fell at that time of the Ephraimites forty and two thousand.»

jueves, noviembre 03, 2005

Hoy no es Jueves, Noviembre 03, 2005. No son las 7: 45 PM. No soy Caudor.

lunes, octubre 31, 2005

Thomas Hobbes nació en 1588, y cursó sus estudios en Oxford. Realizó numerosos viajes, especialmente a Francia. Interesado por la ciencia y las humanidades en general, se sintió profundamente consternado cuando estalló el conflicto entre los monarcas ingleses absolutistas y el Parlamento. Con sus escritos, obtuvo tal fama de retrógrado, que el propio monarca le brindó protección a cambio de que no escribiera más.

miércoles, octubre 26, 2005

Ayer miraba un piano y pensé en Zenón.

(O el tiempo y el espacio son infinitamente divisibles o no lo son. Si son infinitamente divisibles el movimiento es imposible, porque para pasar de A a B hay que pasar primero por un punto medio C; y para pasar de A a C hay que pasar primero por un punto medio D, y para pasar de A a D hay que pasar primero por un punto medio E, y para pasar de A a E... Si no son infinitamente divisibles, el tiempo y el espacio constan de unidades últimas. Pero entonces, es necesario que el trayecto de una flecha, por ejemplo, sea divisible en instantes en que esa flecha esté en perfecta quietud (igual que que los fotogramas de una película) Por lo tanto ¿cómo es posible que a partir de una suma de inmovilidades ocurra el movimiento?)

Ayer miraba un piano, las teclas quietas y divididas; y el pianista comenzó a tocar y una imposible y perfecta continuidad surgió de las teclas. Del eléatico piano brotaba un inmenso río de música.

lunes, octubre 24, 2005

Un día, mientras conversaba con Alfonso Reyes, Borges aludió al poeta mexicano Othón, y Reyes le replicó que él lo había conocido. Borges se quedó filosóficamente asombrado de que ese autor hubiera sido un hombre de carne y hueso, y de que alguien hubiera tenido trato con él. Entonces Alfonso Reyes evocó los siguientes versos:
Ah, did you once see Shelley plain
And did he stop and speak to you?
And did you speak to him again?
How strange it seems, and new!

Los versos corresponden a la Memorabilia de Robet Browning, y muchas veces Borges los citó para elogiar la exactitud de las citas de Alfonso Reyes.
En “Diálogos I, Jorge Luis Borges – Osvaldo Ferrari” con talento exactamente opuesto al de Reyes – o a cualquier otro talento - se transcribió:
«Alfonso Reyes me dijo que había visto muchas veces a Othón; entonces yo me quedé asombrado, porque uno piensa en los autores, y uno piensa en libros; uno no piensa, bueno, que los autores de esos libros eran hombres, y que hubo gente que pudo conocerlos. Yo le dije: ¿pero, cómo Ud. conoció a Othón? Entonces Reyes dio, inmediatamente, con la cita adecuada: que eran unos versos de Browning, y me dijo: Ah, did you want to see Shelley play?. Que es la misma situación: una persona asombrada de que alguien haya conocido a Shelley; y yo asombrado de que él hubiera conocido a Othón. Pero el hallazgo de esa cita, fue un hallazgo personal suyo... Bueno, pues Reyes, en aquellas primeras palabras que cambió conmigo, pasó de mi ¿pero cómo, usted lo conoció a Othón?, al Ah, did you want to see Shelley play?: la Memorabilia de Browning.»
Se señala la fuente y se repite dos veces la cita; no se puede negar el libre albedrío del editor. Como decía Jonathan Swift foolishness always perseveres.

miércoles, octubre 19, 2005

Siempre me pareció curioso que el íntimo nacimiento personal no sea más que otro de los tantos recuerdos heredados; al igual que la juventud de los padres, los colorados y los azules, la segunda guerra mundial, Napoleón, la Divina Comedia, el cerco de Numancia, la dinastía Zhou, la revolución neolítica, el Homo Erectus, Pangea, el Big-Bang.

martes, octubre 18, 2005

En el vocabulario de la policia una mujer es «un individuo de género femenino»; los muertos son «occisos», las agresiones se «repelen», el armamento se «secuestra», el personal policial continuamente «se apersona» y no hace nada antes de «proceder». El encuentro de este incómodo vocabulario y la instrucción más que elemental de la mayoría de los agentes produce anécdotas verbales como la siguiente:
Un perro atacó a su dueña mientras dormía. El policía lo narra así: «Durante la noche, un canino de raza Rotweiller, y por motivos que se desconocen, atacó a su progenitora»

Toda la vida me incomodó conocer a los familiares de los amigos y de las novias - en especial a los hermanos - porque era como quitarles individualidad.
Ayer tuve ocasión de llegar al clímax de ese malestar.
Un chico del interior, del que me hice amigo en los últimos tres meses, me presentó a su populosa familia estilo decimonónico. Al traspasar la puerta de entrada, 11 caras, variaciones de un mismo tema, giraron para contemplarme como en una pesadilla.


lunes, octubre 17, 2005

Con muy tosco cromatismo, una vieja teoría antropológica aseguraba – y en algunos casos, aún sigue asegurando – que había tres razas humanas: negra, amarrilla y blanca; y que la primera derivaba de los gorilas, la segunda de los orangutanes y la tercera de los chimpancés.
Lanzar bengalas bajo techo, odiar a la policía, incendiar trenes por estar demorados, colarse en las filas, comprar productos robados, escuchar cumbia, sobornar a los agentes de tránsito, reelegir a Menem, robar banderas del equipo rival, ser machista, burlarse de los mozos, admirar a Maradona, inventar hazañas sexuales, apurarse por bajar o subir de los transportes, cruzar mal la calle, hacer una tribuna de fútbol de toda manifestación y celebración, zigzagear con el auto, pensar que «la mano de Dios» compensó la guerra de las Malvinas, denigrar al inmigrante y al extranjero, justificar los fracasos por medio de conspiraciones... Ese pudor de la civilización que tenemos los argentinos.
La manifestación se hacía en un hospital, pero podría haber sido en un banco, un juzgado, una facultad, un teatro, etc. Los médicos saltaban entre los bombos y los papelitos, mientras cantaban «el que no salta es un X» y «es para X que lo mira por T.V».

«Pistolas sexuales, babasónicos, jalea de perlas, los monos, soda stereo, viejas locas, las puertas, la oreja de Van Gogh, beso, la renga, juventud sónica, los caballeros de la quema, rata blanca, la policía, cabeza de radio, cabezas parlantes, reina, los chicos del negocio de mascotas, melón ciego, hermanos químicos, los enanitos verdes, basura, héroes del silencio, los pilotos del templo de piedra, ratones paranoicos, terciopelo subterráneo, los piojos, sueño de mandarina, muerto agradecido, uñas de nueve pulgadas, reporte meteorológico.»

(La intención de este obsceno catálogo era impugnar indirectamente las letras de rock. Pero ahora, al leerlo, me doy cuenta de que está hablando especialmente del hábito; porque, si bien todos los nombres son igual de torpes; los nombres traducidos - es decir, los que escucharmos por primera vez - parecen más torpes que los otros.
El ilusorio hábito que nos impide la continua belleza; nos evita, también, la continua fealdad.)

domingo, octubre 16, 2005

Hay un momento, luego de arrellenarse una y otra vez en la cama, en que el cuerpo da con la postura perfecta; y entonces es como si quedara suprimido y no fuéramos más que pura conciencia.

sábado, octubre 15, 2005

La película de Zhang Yimou transcurre en la China del siglo IX. Un guerrero y la hija del antiguo líder de las dagas voladoras, huyen de los soldados provinciales. Durante la huida, tienen ocasión de seducirse, de rechazarse, de enamorarse.
Hacen una pausa en un bosque de abedules. Ella se baña en un pozo de hiedras y agua cristalina; luego él trata de forzarla; pero es rechazado. Herida, ella le pregunta algo y él se ríe con presunción... Respetuoso del ambiente, el tono y la época, el traduttore tradittore subtitula «¿Un playboy como tú; alguna vez se muestra de verdad?»

jueves, octubre 13, 2005

Ayer escuché, otra vez, esa vieja pretensión peronista de que el peronismo es incomprensible para un no-argentino. Es decir, a un lector extranjero, familiarizado con la tradición de pensamiento filosófico-política europea de más de 2500 años, que va desde el absolutismo, al anarquismo; del liberalismo al marximo, pasando por el socialismo utópico y la socialdemocracia y que incluye nombres como Platón, Hegel, Rawls, Hobbes, Bakunin, Marsilio de Padua, Mill, Proudhon, Weber, Ockham, Marx, Locke, Durkheim, Nozick, Habermas, Spinoza, Maquiavelo, Gramsci, Horkheimer, Kant... A ese hombre, digo, le resulta absolutamente imposible descifrar el peronismo; es decir: a Herminio Iglesias, Jorge Yoma, Lopez Rega, Isabel Martinez de Perón, Héctor Cámpora, Ramón Saadi, Carlos Corach, Hugo Moyano, Chiche Duhalde y las manzaneras, Firmenich, Palito Ortega, Carlos Menem, Daniel Scioli, Saúl Ubaldini, Alberto y Adolfo Rodriguez Saa, Claudia Bello...

La música significa sin que la entienda (como si me susurrasen algo gracioso y yo me riera no por lo que se me cuenta; sino porque el aliento me hace cosquillas al oído).

Hay un refrán que dice que todo refrán encierra una verdad. Sin embargo, hoy, durante una acalorada discusión con un amigo, me fue imposible aplicar la simultánea verdad de estos dos refranes: «uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios» y «el que calla otorga».

miércoles, octubre 12, 2005

Macedonio Fernández decía que el gaucho nunca había existido; que había sido un invento de los estancieros para divertir a los caballos.
El gaucho forma parte del campo – o de la naturaleza- porque sin dilema moral puede tomar un cuchillo y degollar jubilosamente un cerdo. El porteño, en cambio, entiende el campo como una plaza enorme en la que no hay bancos, ni autos, ni gente. Cualquier sacrificio, cualquier referencia a lo útil lo devuelve a la ciudad.
Dicho al revés, cuando el porteño se sienta en una plaza y se deja llevar por el ensueño; pasa a estar en una naturaleza artificial, en la que ni los gauchos, ni los animales, ni las plantas realmente están.
Por pura fama literaria – y esa elegancia que sólo tiene el metalenguaje - estuve toda la tarde, tratando de escribir un palíndromo que incluyera la palabra "palíndromo". (Tras fracasar, opté por escribir una oda a la bicicleta con forma de bicicleta.)
En el día de la raza, no quiero dejar de evocar a esos dos grandes héroes olvidados: Hernán Cortés y Francisco Pizarro.
Es probable que la vida sea ficción; pero una ficción en la que no hay otra cosa de la cual sea ficción. Como si el actor y el personaje fueran exactamente la misma cosa.
Ocasionalmente, mi ánimo parece moverse por un engranaje impersonal y secreto. La mayoría de esas veces, no me cuesta coincidir con su ritmo; pero otras sí; y cuando quisiera descansar, se activa, y cuando quisiera ponerme a andar, se interrumpe.
En esos desfasados momentos, cobro conciencia de que estoy viviendo. No al modo de una laboriosa fenomenología del espíritu; sino como cuando, de pronto, advertimos estar viendo una película al notar el traje de goma del monstruo que debería aterrorizarnos.